miércoles, 18 de julio de 2007

Einfühlung: el ruido del disparador

Una conexión-enlace que resulta inesperada: navegar es eso, un hallazgo impensado. Siempre sucedió: movías el dial y sintonizabas una canción que modificaba tu percepción del instante y cambiaba tu día. Hoy googleamos en la búsqueda de un dato y terminamos absorbiendo tantísima información que abre puertas paralelas, imprevisibles. Así como una etimología remite el sentido que teníamos de una palabra hacia territorios rarísimos, así los buscadores de Internet funcionan como las magdalenas proustianas: nos injertan recuerdos ajenos, nos abren a una temible proliferación. Incluso en sus minimalismos más consecuentes, el arte contemporáneo (todo el arte contemporáneo) funciona por acumulación, está multi-linkeado aunque no accionemos todos esos enlaces.
A Alfredo Prior le gusta recordar que “en una tela en blanco ya existen implícitas (y potenciales) todas las operaciones de la historia del arte”. Pero en este caso, el artista es alguien que devela: quita velos, desnuda, se pierde en la geología. Detrás de una imagen o sonido hay otra y después otra. Para un espectador moderno esto era un horror: había que ser original a toda costa y el pasado era un peso insoportable. Para un espectador contemporáneo la acumulación es ganancia: la obra se enriquece con todo lo que convoca. Su potencia hace rato que no está en la novedad, sino en sus evocaciones interminables.
Pero existe una diferencia capital entre “develar”, encontrar los núcleos escondidos y conectar sorpresivamente.
Para esclarecer esta diferencia, introduciré una palabra-clave: disparador. Guy Hocquenghem & René Scherer: “El disparador significa el inicio de una nueva experiencia, distinta. Ese sentimiento tan particular de comunicación sensible e íntima que puede provocar en nosotros otra persona, cosa o situación y que se denomina entropatía (Einfühlung en alemán).
(...) ¿Qué es el “momento” estético? En Cambridge, en un seminario sobre estética, Wittgenstein explica en lenguaje cotidiano las expresiones de ese impacto, a mitad de camino entre el recuerdo y el descubrimiento, propio de la sensibilidad moderna. A este instante lo llama “el disparador". “¿Qué es lo que me recuerda esto?” En un trozo musical puede haber un tema que, al escucharlo, me hace pensar “me recuerda una frase, pero ¿cuál?”. Distintas cosas me vienen a la mente, pero sólo una es el disparador”.
La historia del arte bucea en su propio pasado, en su archivo, en los datos que investigadores de distintas generaciones fueron almacenando. Convengamos que en lo intro de esta disciplina es muy raro que Prilidiano Pueyrredón linkee con una banda como El Otro Yo. Bueno, en las praxis del arte contemporáneo esto sería perfectamente posible, porque está repleta de disparadores (conectores de alta velocidad).
Walter Benjamín: “El Einfühlung se produce gracias a un disparador, una especie de embrague instantáneo.” El disparador no es la asociación libre, aunque algunos afirmen que sus bases se hunden en el azar objetivo.
El disparador es un instrumento clave a la hora de ingresar a una obra contemporánea (toda obra nace en un conjunto de heterogeneidades interconectadas): de Mathew Barney a Michel Gondry y Mónica Heller, de Félix González-Torres a Radiohead y Doris, de Mona Hatoum a Chris Ware y Adrián Villar Rojas, de Henrik Plenge Jakobsen a David Foster Wallace y Liniers, de Beck a Jason Rhoades y Damián Tabarovsky.
Hocquenghem & Scherer, nuevamente: “El disparador es el sentimiento moderno que se vivencia a sí mismo bajo la forma de un acontecimiento irremediablemente exterior e íntimo por su ruido. Término corriente, el disparador es comparable al nombre propio en el sentido de contener en sí su propia experiencia, fuera de todo significado, de todo referente preciso.”
Irremediablemente exterior e íntimo por su ruido”: captar el ruido de ese acontecimiento vivenciado, internalizarlo, esculpirlo, manipularlo: el disparador no es sino un fino colector de los más precisos ruidos.